Tú.
Tú, que has sido
principio y fundamento.
Tú, creador del mundo,
maravillado por tu obra.
Tú, liberador de
oprimidos.
Tú, voz que clama en el
desierto.
Tú, más sencillo que en
el Antiguo Testamento.
Tú, que decidiste
cambiar los planes.
Tú, que elegiste a una
mujer humilde.
Tú, que llegaste entre
paja, en un establo, donde comen los animales.
Tú, que llamaste a los
pastores.
Tú, que creciste en el
silencio.
Tú, que apareciste para
salvar en cada gesto sencillo.
Tú, que hablaste a los
pecadores, tocaste a los que la sociedad llamaba impuros, salvaste a quienes
serían condenados, curaste a los enfermos, transformaste corazones duros.
Tú, que la vida de
tantos te conmovió.
Tú, que amaste a cada
uno por entero, con sus meteduras de pata, sus intransigencias, sus pasiones,
sus limitaciones, sus libertades, sus traiciones y negaciones.
Tú, que te dejaste
acompañar.
Tú, que asumiste la
derrota cargada de tintes de victoria.
Tú, protagonista en la
sombra.
Tú, que clavado en un
madero amaste hasta el extremo.
Tú, que aguardaste tres
días hasta el encuentro.
Tú, que devolviste la
luz a la sombra, la seguridad a la duda, la esperanza al desesperanzado, el
amor a la vida.
Tú.
Cuantas veces nos empeñamos en
coronar lejano, distante, inaccesible al Alguien de la Historia. Al Tú de
tantas vidas.
Cuantas veces, decidimos
quedarnos en la opresión, el seguimiento por escrito, la rutina y lo estipulado
en nuestra relación Contigo.
Cuantas veces nos vivimos en
soledad cuando tu vuelta a la vida habla con otros matices.
Cuantas veces vivimos en
infinitivo, lo que debería tocar nuestras vidas en gerundio.
Cambiar el querer hacer, por el
estar haciendo. Cambiar el cuidar, por el estar cuidando; el querer, por vivir
queriendo; el amar por vivir amando.
Y quizás así, seamos más Reino.
Y es difícil asimilar que estamos
capacitados para vivir de este modo, en la situación en la que nos encontramos;
que entre cuatro paredes, acompañados siempre de los mismos, virtualizando
nuestras relaciones, evitando el contacto y sin salir al exterior; podamos
proclamar con sentido que queremos vivir siendo Reino.
Pero tampoco los discípulos se
encontraban en el silencio de las cuatro paredes en las que se refugiaban, en
las que ocultos clamaban por dentro, con atisbo de duda, que su Amigo, el Dios de la vida, el Maestro,
volviera pronto.
Y aún con las puertas cerradas y
con el silencio del que tiene miedo; volvió, porque siempre hay una pequeña
rendija por donde la luz se cuela.
Descorre las cortinas, abre las
ventanas, contesta a las llamadas aún
cuando no tengas ganas, responde al que te busca, escribe a quién extrañas y
vive, viviendo, con sentido, o al menos intentándolo.
¡Que el Tú de tantas historias, ha vuelto a romper los silencios, ha vuelto a la vida!
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