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Y de repente, todo cambia.

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Vuelvo a verte y de repente todo cambia; desestabilizas cada punto y final que marqué en nuestra historia, acabas con la seguridad de no querer saber nada más de ti, derrotas a mis barreras y das la bienvenida al deseo de tenerte de nuevo cerca; y eso que ahora no puedo ver la curva más peligrosa que se genera entre tus hoyuelos, pues tu rostro va cubierto por una mascarilla. Tu pelo color carbón asoma tímidamente entre el gorro de lana, que seguramente tu abuela, la de manos arrugadas y cansadas, por el esfuerzo de sacar adelante a una familia entera, ha tejido queriéndote resguardar del frío, el mismo que llegó a mi vida cuando no conseguimos entrelazar nuestros caminos y dejarnos llevar, sin estridencias, a salir de la rutina. Cada uno de tus rizos golpean suavemente tu frente, acompasados a la velocidad de un viento que abrasa pese a estar a menos cero grados. La nieve se desliza por tu cuello y dentro de mí nace la envidia de no ser yo quien te acaricie. Me muero de ganas de

El futuro a la vida.

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Junto al río, por primera vez, se cruzaron sus miradas. En el silencio de la noche, el brillo de las estrellas sobre el agua en calma y cristalina, le permitieron ver la profundidad de sus ojos color café, que gritaban serenos, como quién está a punto de tirar la toalla, la necesidad de salir de las ataduras de quiénes no entienden que la vida es libre y el ser humano más. Fue ahí, en ese preciso momento, cuando ambos, Samira y Yassir, supieron que su vida ya no tendría sentido sino conseguían seguir mirándose cada noche a los ojos.  Decidieron repetir aquél acontecimiento, día tras día, esquivando las miradas de quiénes juzgaban a dos jóvenes que comenzaban, sin compromiso aparente, a verse cada vez más. Se dejaron llevar, asumiendo que en sus planes esto nunca antes habría cabido, superando cualquier limitación humana fruto de una cultura obsoleta, entendiendo que la pasión es el fruto necesario que precede al vivir con mayúsculas. Nunca antes nadie les había  permitido sentirse así,

Perfectos.

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Perfectos, seamos perfectos. Para que así, todo reluzca, y el sol brille con más fuerza. Las nubes se disipen del cielo, con un filtro que todo lo esconde. Las margaritas crezcan a raudales, para que a todos, al deshojarlas una a una nos salga Sí; y si sale No, arranca otra, total hay millones. ¿Has llorado? Niégalo, recuerda los hombres nunca lloran, ¿y las mujeres? ponte gafas de sol, grandes; y si te preguntan, di que no has tenido tiempo para maquillarte. No hables de lo de dentro, tus preocupaciones te hacen imperfecto, no muestres que te duele, quédate en la superficie, elige otra nueva máscara y prepárate para el desfile de fachadas. Y si te encuentras con alguien, que no lleve gafas de sol, que no haya elegido máscara, que haya derrumbado la fachada y enseñe los cimientos, si lo encuentras, ¡huye! Porque Alguien, capaz de mirar con otra mirada, lo ha convertido en perfecto, lo ha enseñado a amarse. Porque es

Nostalgia.

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Consecuencia de ti, que llegaste acariciándome el alma, con tus formas y tus modos, capaces de llevarme hasta la luna, ida y vuelta, reiteradas veces. Consecuencia de tu forma de querer,  incapaz de ser definida, pues  toda definición acaba con un punto y final, y Tú, siempre Tú, eres de puntos seguidos. Consecuencia de tu risa sonora, melodía única que resuena dentro. Consecuencia de tus elecciones, discernidas y salvadoras. Consecuencia de un encuentro fortuito. Consecuencia de tu saberte hacer hueco, aún cuando la agenda aprieta y las horas pesan. Consecuencia de saber qué estás, aunque corra el tiempo. Consecuencia de ti. Nostalgia convertida en deseo, que a más vivirla, más fermenta. Nostalgia capaz de traspasar barreras,  que hoy limitan nuestros días, para transportarnos a ese instante, dónde la nostalgia era hoy, y hoy es siempre. Todos sentimos nostalgia, porque a todos nos pasan cosas que nos tocan por dentro. Esas co

Pequeñeces.

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La velocidad de un abrazo, capaz de abarcar ciudades, de romper distancias, de acortar caminos. La velocidad de una sonrisa, que se esboza en unos labios, que no se cansan de llamarte por tu nombre. La velocidad del que mira, conmovido tantas realidades. La velocidad de un te quiero, tímido, pero contundente. La velocidad de un estoy contigo, me quedo. La velocidad del que enciende una vela, para acercar la luz al mundo. La velocidad del que comparte, para llenarle la vida a otros. La velocidad de la lluvia que moja, a quién baila bajo ella. La velocidad de las olas del mar rompiendo en la base, de quién busca empaparse de su calma. La velocidad del que no se atreve, pero por dentro lo vive. La velocidad del que se abajó, para en su gesto, con agua, toalla y un lebrillo, recordarnos la importancia del servicio. La velocidad del que sueña. La velocidad propia, la de tantos, Tú velocidad. Abres los ojos, un nuevo comienzo

Valiente.

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Quién conoce tus por dentros, sabe dónde encontrarte; sabe cómo acercarse, cómo mirarte y cómo tocarte. Quién conoce tus por dentros, adora cuándo la luz se enciende, cuándo la llama se prende, cuándo el silencio se convierte en ruido, fuegos artificiales. Quién conoce tus por dentros, habita tus soledades, se hace abrigo en el frío, compañero de camino. Quién conoce tus por dentros, acepta todo de ti, ama todo de ti. Quién conoce tus por dentros, llama a tu puerta, solo para avisar que está, porque antes de que decidas si abrir o no, antes, ya se ha sentado a tu lado. Quién conoce tus por dentros, te quiere valiente, valiente y libre. Esa sensación te hace libre, te hace valiente, te lleva a despegar, coger impulso, tomar altura y volar. Cuando descubres que Alguien es capaz de conocer tus por dentro, o mejor aún, cuando dejas descubrir todos tus por dentro a ese Alguien; ahí, en esa milésima de segundo entre tu yo de verdad

Tú.

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Tú, que has sido principio y fundamento. Tú, creador del mundo, maravillado por tu obra. Tú, liberador de oprimidos. Tú, voz que clama en el desierto. Tú, más sencillo que en el Antiguo Testamento. Tú, que decidiste cambiar los planes. Tú, que elegiste a una mujer humilde. Tú, que llegaste entre paja, en un establo, donde comen los animales. Tú, que llamaste a los pastores. Tú, que creciste en el silencio. Tú, que apareciste para salvar en cada gesto sencillo. Tú, que hablaste a los pecadores, tocaste a los que la sociedad llamaba impuros, salvaste a quienes serían condenados, curaste a los enfermos, transformaste corazones duros. Tú, que la vida de tantos te conmovió. Tú, que amaste a cada uno por entero, con sus meteduras de pata, sus intransigencias, sus pasiones, sus limitaciones, sus libertades, sus traiciones y negaciones. Tú, que te dejaste acompañar. Tú, que asumiste la derrota cargada de tintes de victoria. Tú, protagonista en la sombra.